La primera vez que Ulay
vio a Marina ella estaba desnuda en público y se dibujaba con una cuchilla en
el vientre la figura sangrante de una estrella, símbolo comunista (al menos ella
la usaba con esa intención). Era 1976, en Amsterdam. Fue más que un amor a
primera vista (tópico nº1). Ella era serbia, él alemán. Ambos nacieron un 30 de
noviembre de años distintos. Se dedicaban, de alma, al naciente y marginal arte
del performance. Se unieron carnal y espiritualmente y decidieron formar una
especie de dúo artístico que llamaron “El Otro”. A los dos les interesaba el
ritual, lo simbólico, el fondo de las relaciones humanas, que exploraron en sus
más poéticos y revulsivos aspectos. Durante doce años realizaron piezas en las
que llevaron al extremo esas ideas, desarrollando una disciplina terrible de
autocontrol y desafuero.
Expanding in Space
Sentados uno frente al
otro se dieron fuertes bofetadas durante casi media hora; estuvieron atados uno
de espaldas al otro, inmóviles, durante 17 horas; corrieron desnudos desde dos
extremos chocando sus cuerpos una y otra vez, tras volver a la posición
inicial, y también lo hicieron en direcciones opuestas contra unas columnas que
se iban desplazando con sus encontronazos. Unieron sus bocas sin separarse
respirando el mismo aire hasta perder el sentido; se gritaron, cara a
cara, hasta quedarse afónicos y exhaustos. Estuvieron sentados a los dos lados
de una mesa, en silencio, en ayuno y sin moverse, durante 16 días, hasta que él
tuvo que ser internado en un hospital.
AAA, AAA
Mientras tanto, como su arte no les daba
casi para comer, vivieron en el espacio reducido de una furgoneta durante cinco
años, duchándose en gasolineras, ordeñando cabras en granjas que les permitían
hacerlo a cambio de un poco de leche, viajando, preparando sus acciones. Ambos
confiesan hoy que fueron años durísimos pero profundamente felices.
Comprometidos íntimamente con lo simbólico, cuando su relación se acercaba al
final, realizaron en 1988 una última performance titulada Los amantes.
Marina y Ulay empezaron en solitario en dos extremos de la Gran Muralla China
–él desde el desierto de Gobi, ella desde el Mar Amarillo-- una larga caminata
de 2.500 kilómetros que los llevaría a encontrarse al centro. Tras el abrazo
final dejaron de verse y hablarse durante 23 años, hasta 2010, con motivo de la
gran retrospectiva de
Marina en el MoMA.
Light/Dark
No es difícil suponer
que una relación de este tipo agotaría las fuerzas del sentimiento de pareja.
Los líquidos del amor y el odio terminaron por mezclarse. Al final llegaron las
infidelidades (tópico nº2). En 2012 ella hablaba de su relación con amargura y
cierto despecho en la ópera sobre su vida, dirigida por Robert Wilson, Vida y muerte
de Marina Abramovic. En la película --dos años antes-- Ulay habla de
su relación con ella con emociones encontradas. La acusa de haberse liado con
un amigo común, mientras él simultáneamente y a miles de kilómetros, dejaba
embarazada a su traductora china (durante los viajes de preparación de la
performance). Sincronicidades, una vez más.
Relation in Time
Pero lo que deja
entrever en el filme Ulay fueron sus rivalidades profesionales. Ambos
continuaron sus carreras. Ella triunfó, él … menos. Marina confiesa que quedó
tan destrozada tras su ruptura con Ulay –-“me sentía gorda, fea, indigna del deseo”
(tópico nº3)— que decidió reinventarse. Descubrió las compensaciones de la moda
y la belleza (tópico nº4) y, sobre todo, desarrolló con enorme voluntad,
talento y persistencia su carrera. “El arte del performance ha sido siempre
alternativo. Tengo 63 años y ya no quiero ser alternativa”, dice en la
película. Según Ulay, ella se rindió al espectáculo, se volvió más ambiciosa.
Es curioso verlo en el filme entrar al elegantísimo piso de Marina en Nueva
York. Espacios amplios, limpios y luminosos, (solo) muebles de diseño. Todo
algo frío y ciertamente espectacular. Él admite que no se esforzó nunca por
ganar dinero, que en realidad es un poco vago. Deja caer que, después de todo,
todavía podría casarse con ella y tenerlo todo de golpe. Ironiza, pero también
envidia (¿tópico nº5?).
La Muralla Cinesse
Ulay y Marina se reconcilian como amigos en los
días previos a la gran performance de la artista en el MoMA, a la que
asistieron 850.000 personas a lo largo de tres meses. Hay una energía de alto
voltaje entre ellos y eso se deja sentir en el filme. Ulay recorre la
exposición descubriendo las huellas de su propia biografía. Se proyectan
películas de sus performances juntos, está hasta la vieja furgoneta en la que
vivieron. En momentos separados tanto él como ella añoran conmovidos aquellos
años. En The Artist is Present, Marina Abramovic pasó 176 horas y 30 minutos
(durante todas las jornadas completas en que el museo estuvo abierto al público
con su exposición) sentada en silencio en una silla mientras los visitantes,
uno a uno, ocupaban la silla de enfrente y le sostenían la mirada durante unos
minutos. La gente hizo cola noches enteras, días, para tener esa experiencia.
Al final era casi una locura colectiva. Muchos lloraban. Ella apenas se movía,
pero les respondía con una mirada intensa y atenta, con tiempo y silencio. Uno
de esos visitantes fue Ulay. Parece que en ese estado mental --y vital-- que
propicia el arte del performance puede suceder cualquier cosa. Y ellos son
maestros. El video con el que termino este post habla por sí mismo. Y aquí
acaban los tópicos. O tal vez no.
The Artist is Present
Fletta Jarque, El Pais.
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