20 abril 2010

Lo peor del amor

Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
la adrenalina en camas separadas,
las golondrinas muertas en la almohada.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.

Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoguera los archivos.

Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…

Sabina

17 abril 2010

Así soy yo sin ti

Extraño como un pato en el Manzanares,
torpe como un suicida sin vocación,
absurdo como un belga por soleares,
vacío como una isla sin Robinson,
oscuro como un túnel sin tren expreso,
negro como los ángeles de Machín,
febril como la carta de amor de un preso...
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Perdido como un quinto en día de permiso,
como un santo sin paraíso,
como el ojo del maniquí,
huraño como un dandy con lamparones,
como un barco sin polizones...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Vencido como un viejo que pierde al tute,
lascivo como el beso del coronel,
furtivo como el Lute cuando era el Lute,
inquieto como un párroco en un burdel,
errante como un taxi por el desierto,
quemado como el cielo de Chernovil,
solo como un poeta en el aeropuerto...
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Inútil como un sello por triplicado,
como el semen de los ahorcados,
como el libro del porvenir,
violento como un niño sin cumpleaños,
como el perfume del desengaño...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Amargo como el vino del exiliado,
como el domingo del jubilado,
como una boda por lo civil,
macabro como el vientre de los misiles,
como un pájaro en un desfile...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Sabina

15 abril 2010

Crónica de una despedida

El día al fin llegó, soleado como una mañana común de primavera, las calles parecían enormes veredas, todo era igual que siempre pero hoy era distinto, ella tenía una cita con el destino, con la realidad que decidió construir motivada por su propia ideología y por no encontrar lo que añoraba.
Arregló su cabello más que de costumbre, se maquilló con todo cuidado, era menester no dejar en el aire ningún detalle, lo imaginó desde meses atrás casi en el momento en que él se lo pidió, por ello cubrió cada parte de su rostro con el mejor maquillaje, pintó sus ojos más no su mirada que lucía casi perdida, pero con un extraño brillo, puso labial en sus labios dibujando una sonrisa, comprendió que era la primera vez que se maquillaba para ella y la última para él, usó el vestido que compró para la ocasión especial, morado por supuesto, buscó entre su larga fila de zapatos, finalmente decidió no usar tacón no necesitaba hacer sonar sus pasos.
Salió cargada de una fuerza que sólo fue adquiriendo con el paso de los meses, días, casi un año, al final demostró que posee una fortaleza interior que es lo que le permite caminar, seguir su propia vía, aunque como siempre con quince casi veinte minutos de retraso, característica de ella, aunque hoy era diferente, después de todo no tenía prisa por alcanzar su futuro ni dejar atrás el pasado, sólo pensó, “hoy viviré cada instante, necesito robarle al tiempo su esencia para comprender, para sentir y no perderme de nada de él”
Al llegar, caminó su andar seguía siendo seguro, a prisa, como si quisiera recobrar los minutos de su tardía llegada en el escenario que presenció su encuentro, su pasión y el gran amor que durante años se profesaron, tantas pláticas, planes, proyectos que con el tiempo se desvanecían, aquel Coyoacán de sus amores y los de Frida, mujer de gran relevancia en su pensamiento, se preguntó cuantas veces aquella mujer caminaría por ese zócalo tan lleno de magia y ahí casi en la entrada lo vio a él, la esperaba sentado con la mirada casi perdida, él le dio una rosa roja, sabía que son sus preferidas, otra la dejó en la puerta de cabildos como homenaje al lugar en que un día prometieron ser el uno para la otra, sólo que hoy lucía como la puerta del sepulcro, como la rosa que dejas en una tumba que encierra una vida. Ella sólo la vio, la recibió y ambos se abrazaron, de pronto la ropa no parecía tan importante como al principio, sólo las lágrimas rosaron sus mejillas, ambos de manera casi solemne avanzaron hasta la entrada del Registro, que lucía más vació que de costumbre, los lentes obscuros cubrían las miradas de dolor.
Casi al instante el juez les llamó, ambos sin hablar entraron, se sentaron y aquel preguntó, “¿aun deciden culminar su relación conyugal?” Él respondió si, ella asintió, entonces el hombre vestido informal del otro lado del escritorio entregó aquellos papeles con letras pequeñas, él dudo al firmar, sus manos temblaban era evidente, pero lo hizo, ella sólo miró cada trazo, finalmente firmó ella de mala gana, con una rabia con el hombre que hacía referencia a la profesión de ambos, que les dijo, “¿son ambos abogados verdad?, entonces no necesitan que les diga el procedimiento y lo que ocurre, quedan libres para contraer matrimonio nuevamente”, como si por ser abogados perdiéramos el derecho a ser tratados como personas, ella pensó “imbécil no tiene idea de lo que es esto… y qué si somos abogados”, en menos de tres minutos se formalizaba su separación no quedaba más nada, les entregó un papel y los despidió.
Al salir aun sin pronunciar palabra alguna, buscaron un lugar para sacar una copia de aquel papel que ambos necesitarían para tramitar sus actas de divorcio, caminaron hacia el mismo rumbo a sabiendas que en éste no encontrarían lo que buscaban, hicieron una breve pausa ante el lugar en que todo comenzó, aun en silencio cruzaron el jardín, caminaron por casi una cuadra recordando cuantas veces recorrieron ese lugar, pensando quizás, en que sería la última vez que lo hacían uno al lado de la otra, y dieron vuelta hacia el lugar en el que sabían sí habría una copiadora, ella la pidió a la dependienta del lugar a quien ni siquiera miró una sola copia, después le entregó a él su papel, ella guardó en su bolsa morada el suyo, y siguieron su camino hacia el establecimiento que ambos visitaron durante años, necesitaban un café, ella sentía que sus piernas a cada paso pesaban más y más, los brazos parecían inertes, por lo que decidió romper con esa sensación sacando el último cigarro que traía, lo encendió y siguió su camino, de pronto algo rompió su letargo, una ex compañera de trabajo le habló, “antes me saludabas”, ella la vio como si fuera una persona allegada, era lo que necesitaba para no caer, le dijo disculpa no te vi, vengo de firmar el divorcio, se abrazaron con ese sentimiento de sororidad que se produce entre las mujeres que lo han vivido, que han visto estas historias durante años, después de todo ambas tenían convicciones similares, su amiga con más experiencia que ella, sólo le dijo vas a estar bien, te ves bien, los cambios son difíciles pero recuerda que lo que no te mata te hace más fuerte, vívelo como lo que es, pero no te apasiones tal vez leer una novela de Luisa Puga te sirva de algo en este momento, ella murió hace dos años, habla de cómo pasar por este camino, es interesante, seguro te gustará. Se despidieron con otro abrazo, ella sólo le dijo gracias, estoy bien me da gusto encontrarte, se alejaron, mientras tanto él la esperaba con su café en la mano, ella lo tomó y compró otra cajetilla de cigarros pensando puede que sea la última que necesitaré, debo dejar de fumar, pero no será hoy.
Se sentaron una al lado del otro, sin hablar, y así permanecieron por casi una hora o sería más, no lo sé, parecía que ninguno de los dos quería que acabara el momento, no tenían nada más que reprocharse, el daño, el rencor, el dolor quedaban ahí también sepultados en el pasado, la genta caminaba, amigas y amigos se detenían se saludaban, a lo lejos sonaba una televisión, con la noticia de la muerte del padre de un actor de baja monta y consejos para las mujeres, un músico callejero tocaba el acordeón, una típica mañana de Coyoacán, del café más famoso del lugar.
Ella le robó al recuerdo los mejores momentos que ambos compartieron, las tardes, noches, mañanas y días que pasaron juntos en su café, después de largas jornadas de trabajo, donde hablaban de todo lo que les ocurría, recordó a aquel amigo que muchas veces les acompañó, casi pudo escuchar las risas de los tres, las largas charlas que sostenía con él, que la hacían sentir que estaba con la persona adecuada para ella, aunque de pronto se dio cuenta que eso estaba en el ayer, y hoy sólo había un silencio que hablaba por los dos, todo estaba dicho, ella sintió como sudaban sus manos, acariciaba la rosa roja como queriendo robarle su belleza, se aferraba a ella, mientras miraba los desgastados botes de basura, como limpiaban el lugar, quería capturar la imagen y guardarla, él con la mirada perdida detrás de sus lentes oscuros derramaba algunas lágrimas, fumaba y bebía su café, finalmente ella sintió la necesidad de tomar su mano, esa mano que la sostuvo durante diez años, la miró, él la apretó con fuerza, ella miraba su piel su anillo de plata que según le contó antes compró en su viaje a Chiapas, veía los vellos que la rodeaban, sólo así sintió la paz que necesitaba, parecía algo irreal que incluso en ese momento o tal vez por ello, él sostuviera su mano quizás nunca se lo dijo pero cuando él lo hacía, ella se sentía segura, feliz, orgullosa, él seguramente no lo sabrá, ella lo disfrutó como si eso fuera más fuerte que todo.
Después de mucho ambos casi al mismo momento dijeron, me voy, él le dijo no te volveré a molestar con lo mismo, ¿lo mismo? Preguntó ella si con lo mismo de siempre ella respondió se acabaron los reproches y soltó su mano, para acariciarle el cabello en el que había muchas más canas que cuando él partió de casa. Ahí estaré cuando me necesites dijo él, ella dijo lo mismo, y nuevamente le dijo que era su gran amor, él le contestó que ella también, el amor no es el problema te amo tanto como siempre tal como tú a mí, lo sé muy bien sólo perdí la fe, esa fe que ambos intentaron refrendar en los acontecimientos que a ambos les marcaron, ella sólo contestó ahí estará tu Penélope, el lo negó con la cabeza. Se cansaron o mejor dicho se rindieron, él le dijo que esperaba lograra alcanzar sus sueños y hablaron de la gente que lucha por sus ideales, la comparó con el Ché, aunque los de ella, señaló eran pagados por el Estado, siguieron hablando, ella pudo decirle cosas que él no vio en su momento, se lo dijo, no me di cuenta, el contenido de la charla era lo de menos, no se enfrascarían en reproches de nuevo, ambos lo habían dicho casi como promesa minutos antes.
Ella como siempre le dijo necesito ir al baño, el fue a su auto por el teléfono, encontró llamadas de la oficina, la acompañó a la librería al salir, ella lo miró, él le dijo debo irme, se abrazaron de nuevo, ella le dijo quizás por última vez te quiero mucho el asintió levemente con la cabeza, su mirada se inundó de nuevo de lágrimas, sólo le dijo ahí estaré para ti, y se soltaron de la mano, él hacia su rumbo y ella a la librería a comprar aquel libro recomendado, al salir se quitó la chalina que cubría su cuello, y caminó hacia su futuro, por el mismo camino que antes recorrió con él, al pararse ante la puerta donde yacía la rosa roja la arrancó, parecía que no había sido descubierta y se dijo nadie aquí le dará el valor que tiene, la robó y siguió hasta el estacionamiento donde se encontraba su auto, las piernas ya no pesaban, mecía los brazos y su andar fue seguro de nuevo.
Al llegar a su departamento lo miró diferente, era su espacio, un lugar arrendado al tiempo pero que en este momento constituía su refugio, le gustó más. Se sentó en su cama, se quitó el maquillaje y aquel vestido, y sólo pensó en el exquisito dolor que sentía, pensó, estoy bien, no sé a dónde voy, si volveré a amar de nuevo o no, pero me tengo y me amo, por el momento es lo único que necesito para seguir, se sintió serena, tranquila no volvió a llorar pero sabía perfectamente que esas lagrimas estarán presentes en su alma por mucho tiempo, tomó el libro que estaba por acabar y lo leyó hasta el fin, se quedó dormida pensando, estoy sola, estoy bien y seré sin duda, nuevamente feliz… algún día, aunque no hoy.